2009/07/26

Mia Vauni. Dispuesta a apretar tuercas.


La situación era desesperante. No solo se había tenido que pelear con todo el barullo de gente que no le dejaba pasar tranquilamente por la plaza del Capitolio de la Conferedarción, sino que encima se había perdido.



No podía haberse equivocado de dirección. No, estaba bien. Pero entonces...¿Por qué estaba frente al edificio de Tácticas Espaciales de la capital?



Todo esto era muy raro, es decir ¿Un cliente que pide que mejoren su nave para una misión urgente del Estado? Y más raro aún...Alguien había solicitado que fuera ella quien hiciese el trabajo. Mia suspiró disgustada mirando la aguja que coronoba el edificio. El trabajo de mecánica no incluía que el trabajador se desplazase a donde le indicase el cliente, pero claro, su jefe le había obligado, ya que hacer un trabajo para la Confederación era toda una oportunidad para el humilde negocio, además, ultimanente al taller solo le llegaban vehículos de propulsión, en vez de naves interestelares.

Mia entrelazó sus manos y con un gesto que la caracerizaba se crujió los nudillos, y echó el humo de un cigarrillo que amenazaba de caer de sus labios al realizar la acción. No, no era una damisela, y mucho que se alegraba. Realmente era una muchacha con cierta belleza, pero todo quedaba oculto bajo la grasa y churretes en la cara que le dejaban los trastos con los que trabaja, siempre lleva unas enormes gafas de protección que tenía del trabajo puestas sobre la frente, y para colmo de su hermosura, fumaba como un carretero. Si alguien iba a encontrar atractiva y encantadora a Mia , sería por alguien que lo mereciera, eso estaba claro.

Mia siguió mirando el edificio, mientras que la gente de la plaza seguía reclamando sangre de políticos y militares. Una de sus manos tomaba de vez en cuando el cigarro; la otra, jugueteaba y rebuscaba en su bolsa de herramientas, de la que no se separaba ni un momento. Con gesto ausente tomó una de las llaves mas pesadas. Estaba desgastada de tanto uso, y servía bien de arma contundente. Así que comenzo a balancearla levemente al caminar, siguiendo el ademán de su mano. La multitud empezó a apartarse poco a poco, entre gemidos, gritos de dolor y rumores de que alguien caminaba atizando a la gente en la gran concentración. Mia sonrío levemente mientras se abría camino, pero pronto volvió a la realidad.

"Definitivamente esto no huele nada bien, y menos con una dictadura de por medio" pensó Mia pasándose el brazo para quitarse el sudor de la cara. Mientras lo hacía vió algo que la paralizó. Era una nave que se encontraba sobre una de las plataformas del edificio. Realmente no le pasaba nada a esa nave, salvo que era un modelo muy antiguo, demasiado, tanto que no podía ser una coincidencia. Mia se puso roja de ira y comenzó a andar a toda velocidad hacia el interior del edificio con el rostro adelantado al cuerpo. Le dejaron entrar en el edificio, pero conforme fue profundizando en los pasillos, un soldado la detuvo.

-Alto ¿Puedo ayudarla?
-Si, dejéme entrar.-soltó furiosa olfateando el aire.
-De acuerdo ¿Sabe cuales son las condicio...?-un empujón de Mia le interrumpió la pregunta.

Ella entró en una habitación, abriendo una puerta doble sin delicadeza alguna. Sabía que estaba ahí, ese aroma era inconfundible. Ese aroma a...café. La puerta se estremeció, y los presentes que había en la habitación se quedaron inmivilizados. Un hombretón intentaba bajar a una niña de la mesa, donde estaba saltando; y había otro de espaldas mirando por la ventana panorámica, con una taza humeante.

-¡¡Faer Dibhram!!-gritó la recién llegada-¡¡Por fin te encuentro maldito tarado!!

El aludido se giró con una sonrisa de oreja a oreja, nada sorprendido de la intrusa, al contrario que Alian y su hija Liliam, que se quedaron pasmados. Faer replicó a Mia.

-"Maldito tarado"...-comenzó a decir pensando en los viejos tiempos- Nunca me cansaré de oirlo.

Ella se acercó violentamente totalmente sonrojada.

-¡Por fin te encontré!¡Te voy a apretar las tuercas chalado!
-¿Por qué?¿Qué hice mal ahora?-dijo fingiendo sin éxito sorpresa.
-¡Te reconstruí y mejoré esa chatarra que tienes por nave...!
-Lo recuerdo ¿Y?-intercaló Faer.
-¡Y te largaste sin pagar!
-Oh, era eso.-soltó decepcionado. Mia se quedó atónita.
-¿Cómo?¿Cómo que "eso"?
-Creía que estabas enfadada por no haberte vuelto a llamar después de...-tomó un largo sorbo de café-...nuestra velada.
Mia seguía roja, pero era algo que se confundía entre la ira y la verguenza. Ella volvió a hablar, pero más bien tímida que enfadada, apartando la mirada de su interlocutor.
-Lo que pasó no significó nada para mí.-sus temblores decían todo lo contrario.
-Me alegro.-dijo antes de sorber café.

¿Cómo era posible? Le había dado la vuelta a la situación tan rapido que daba susto. Y ella no lo iba a permitir, así que se encaró al moroso.
-¡Págame lo que me debes!
-Te pagaré después de la misión.
-¿Qué misión? No tengo tiempo de tonterias, un cliente me espera...-la sonrisa de Faer se ensanchó dándole un aspecto aún más agradable, si no fuera porque estaba chalado.
-Mia, yo soy tu cliente.
-¿Qué? ¡Antes muerta!-se dió media vuelta para irse, pero el soldado de la entrada le volvió a franquear el paso. El guardia se explicó.
-Cuando usted entró en esta habitación, dió por supuesto que sabía las condiciones que eso implicaba. Usted al entrar había aceptado la misión de la Confe...del Imperio y ha entrado a formar parte de la tripulación.-la muchacha casi desintegró el cigarrillo de una bocanada.
-¿Y por qué no me lo dijo?
-Lo intenté, pero me empujó.

Mia Vauni, mecánica de oficio, se giró hacia Faer. Aquel tipo lo había planeado todo. Le había vuelto a engatusar. Se acercó a él y sus rostros quedaron a poca distancia, él seguía sonriendo.

-Bienvenida a la tripulación.-dijo él desprendiendo aroma a café.
-Gracias.-al hablar dejó caer a propósito el cigarrillo de sus labios, sobre el interior de la taza de café; sin embargo, él tomó un nuevo sorbo.
-Esto va a ser divertido.



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