2009/07/31

Task Ryrvo. Perdido entre memorias


Números, una secuencia interminable de números veía pasar ante sí, cada vez más rápido. El tecleo de la vieja computadora llenaba la destartalada sala, llena de artilugios que más bien deberían pertenecer al museo de las Antiguas Eras. Miraras donde miraras siempre había un cable aquí y allá, de vez en cuando revoloteando y haciendo saltar chispas, produciendo un leve brillo que el informático ignoraba.

La penumbra pululaba a placer, pues solo la luz que desprendía el viejo monitor habitaba allí. Aquel muchacho, que solo tenía ojos para aquella luz, se mantenía encorbado, envuelto en un monton de prendas que deformaban lo que debía ser su forma humana.

Los ojos, marcados por profundas ojeras, mostraban el cansancio de quien permanece días sin dormir, y de vez en cuando se escapaba alguna lágrima, cuyo dueño parecía no percibir.

En algún momento que no supo decir, vio aparecer una mano en la esquina superior de su monitor, tocando un par de suaves golpes a modo de llamada.

- Cuanto tiempo, Tasky - escuchó una voz risueña y bien conocida

El aludido alzó la cabeza y sonrió: el temerario Faer había venido de visita. Se incorporó rápidamente de su asiento, lanzandose a sus brazos, que el piloto tuvo bien a corresponder.

- ¿Qué cable se te ha cruzado para venir hasta aquí? - pregunto el joven Task

- He venido a hacerte una proposición, o más bien, a sacarte de este cuchitril. - respondió Faer - Me han vuelto a dar permiso para pilotar, y pienso abandonar el planeta cuanto antes... Y tan solo me falta alguien que trate con los cabeza de latón. O mas bien con su cerebro...

Una sonrisa abierta se dibujó en sus labios, mientras que Task mostraba en su rostro una expresión de nerviosismo, que parecía no acabar jamás.

- Pero Faer, ¡yo jamas he logrado avanzar más del modelo I-832, y está en construcción! - Task señalaba a un anticuado droide que parecia a punto de someterse a una operación, pero la intervención no acababa de llegar - ¡No puedes pedirme esto!

Faer palmeó un par de veces el acolchado hombro de joven:

- Se que puedes hacerlo, ¡así que no acepto un no por respuesta! Te espero mañana en los puertos, en la zona de tácticas, ¿de acuerdo? Aquí tienes tu pase de acceso. Hasta mañana

El joven Task tan solo tuvo tiempo de contemplar el pase que le había dejado su viejo amigo, y a este cerrar la puerta mientras caminaba rápidamente.

"Seguramente buscando una taza de ese brebaje que no acierto a saborear..."

Suspiró pesadamente, y comenzó a empacar todos sus extraños artilugios, bases de datos, códigos de acceso y la memoria del modelo I-832, acoplable a cualquier droide. Al menos en el viaje podría compartir sus dudas sobre que modificaciones realizar en la nave...

"¡Tal vez necesite un reajuste completo!" pensó con entusiasmo.



2009/07/26

Mia Vauni. Dispuesta a apretar tuercas.


La situación era desesperante. No solo se había tenido que pelear con todo el barullo de gente que no le dejaba pasar tranquilamente por la plaza del Capitolio de la Conferedarción, sino que encima se había perdido.



No podía haberse equivocado de dirección. No, estaba bien. Pero entonces...¿Por qué estaba frente al edificio de Tácticas Espaciales de la capital?



Todo esto era muy raro, es decir ¿Un cliente que pide que mejoren su nave para una misión urgente del Estado? Y más raro aún...Alguien había solicitado que fuera ella quien hiciese el trabajo. Mia suspiró disgustada mirando la aguja que coronoba el edificio. El trabajo de mecánica no incluía que el trabajador se desplazase a donde le indicase el cliente, pero claro, su jefe le había obligado, ya que hacer un trabajo para la Confederación era toda una oportunidad para el humilde negocio, además, ultimanente al taller solo le llegaban vehículos de propulsión, en vez de naves interestelares.

Mia entrelazó sus manos y con un gesto que la caracerizaba se crujió los nudillos, y echó el humo de un cigarrillo que amenazaba de caer de sus labios al realizar la acción. No, no era una damisela, y mucho que se alegraba. Realmente era una muchacha con cierta belleza, pero todo quedaba oculto bajo la grasa y churretes en la cara que le dejaban los trastos con los que trabaja, siempre lleva unas enormes gafas de protección que tenía del trabajo puestas sobre la frente, y para colmo de su hermosura, fumaba como un carretero. Si alguien iba a encontrar atractiva y encantadora a Mia , sería por alguien que lo mereciera, eso estaba claro.

Mia siguió mirando el edificio, mientras que la gente de la plaza seguía reclamando sangre de políticos y militares. Una de sus manos tomaba de vez en cuando el cigarro; la otra, jugueteaba y rebuscaba en su bolsa de herramientas, de la que no se separaba ni un momento. Con gesto ausente tomó una de las llaves mas pesadas. Estaba desgastada de tanto uso, y servía bien de arma contundente. Así que comenzo a balancearla levemente al caminar, siguiendo el ademán de su mano. La multitud empezó a apartarse poco a poco, entre gemidos, gritos de dolor y rumores de que alguien caminaba atizando a la gente en la gran concentración. Mia sonrío levemente mientras se abría camino, pero pronto volvió a la realidad.

"Definitivamente esto no huele nada bien, y menos con una dictadura de por medio" pensó Mia pasándose el brazo para quitarse el sudor de la cara. Mientras lo hacía vió algo que la paralizó. Era una nave que se encontraba sobre una de las plataformas del edificio. Realmente no le pasaba nada a esa nave, salvo que era un modelo muy antiguo, demasiado, tanto que no podía ser una coincidencia. Mia se puso roja de ira y comenzó a andar a toda velocidad hacia el interior del edificio con el rostro adelantado al cuerpo. Le dejaron entrar en el edificio, pero conforme fue profundizando en los pasillos, un soldado la detuvo.

-Alto ¿Puedo ayudarla?
-Si, dejéme entrar.-soltó furiosa olfateando el aire.
-De acuerdo ¿Sabe cuales son las condicio...?-un empujón de Mia le interrumpió la pregunta.

Ella entró en una habitación, abriendo una puerta doble sin delicadeza alguna. Sabía que estaba ahí, ese aroma era inconfundible. Ese aroma a...café. La puerta se estremeció, y los presentes que había en la habitación se quedaron inmivilizados. Un hombretón intentaba bajar a una niña de la mesa, donde estaba saltando; y había otro de espaldas mirando por la ventana panorámica, con una taza humeante.

-¡¡Faer Dibhram!!-gritó la recién llegada-¡¡Por fin te encuentro maldito tarado!!

El aludido se giró con una sonrisa de oreja a oreja, nada sorprendido de la intrusa, al contrario que Alian y su hija Liliam, que se quedaron pasmados. Faer replicó a Mia.

-"Maldito tarado"...-comenzó a decir pensando en los viejos tiempos- Nunca me cansaré de oirlo.

Ella se acercó violentamente totalmente sonrojada.

-¡Por fin te encontré!¡Te voy a apretar las tuercas chalado!
-¿Por qué?¿Qué hice mal ahora?-dijo fingiendo sin éxito sorpresa.
-¡Te reconstruí y mejoré esa chatarra que tienes por nave...!
-Lo recuerdo ¿Y?-intercaló Faer.
-¡Y te largaste sin pagar!
-Oh, era eso.-soltó decepcionado. Mia se quedó atónita.
-¿Cómo?¿Cómo que "eso"?
-Creía que estabas enfadada por no haberte vuelto a llamar después de...-tomó un largo sorbo de café-...nuestra velada.
Mia seguía roja, pero era algo que se confundía entre la ira y la verguenza. Ella volvió a hablar, pero más bien tímida que enfadada, apartando la mirada de su interlocutor.
-Lo que pasó no significó nada para mí.-sus temblores decían todo lo contrario.
-Me alegro.-dijo antes de sorber café.

¿Cómo era posible? Le había dado la vuelta a la situación tan rapido que daba susto. Y ella no lo iba a permitir, así que se encaró al moroso.
-¡Págame lo que me debes!
-Te pagaré después de la misión.
-¿Qué misión? No tengo tiempo de tonterias, un cliente me espera...-la sonrisa de Faer se ensanchó dándole un aspecto aún más agradable, si no fuera porque estaba chalado.
-Mia, yo soy tu cliente.
-¿Qué? ¡Antes muerta!-se dió media vuelta para irse, pero el soldado de la entrada le volvió a franquear el paso. El guardia se explicó.
-Cuando usted entró en esta habitación, dió por supuesto que sabía las condiciones que eso implicaba. Usted al entrar había aceptado la misión de la Confe...del Imperio y ha entrado a formar parte de la tripulación.-la muchacha casi desintegró el cigarrillo de una bocanada.
-¿Y por qué no me lo dijo?
-Lo intenté, pero me empujó.

Mia Vauni, mecánica de oficio, se giró hacia Faer. Aquel tipo lo había planeado todo. Le había vuelto a engatusar. Se acercó a él y sus rostros quedaron a poca distancia, él seguía sonriendo.

-Bienvenida a la tripulación.-dijo él desprendiendo aroma a café.
-Gracias.-al hablar dejó caer a propósito el cigarrillo de sus labios, sobre el interior de la taza de café; sin embargo, él tomó un nuevo sorbo.
-Esto va a ser divertido.



2009/07/19

Faer Dibhram. De nuevo al volante


Aquella escena empezaba a aburrir

“Bueno, ya tienen a sus muertos, y ahora ¿qué?” pensaba el joven piloto.

Todo en él destacaba: su manera de vestir, algo excéntrica, resaltaba. Se hallaba agachado, en cuclillas, observando las ejecuciones, mientras sostenía en su mano una de las mayores rarezas que podían quedar en el mundo: una taza de café, de las cosechas secretas que quedaban desperdigadas por los planetas. Todo ello llamaría la atención, si no fuera por la posición en la que se encontraba, también destacable. Se hallaba lejos de la gente, que empezaba a parecer enloquecida una vez saciada su sed de sangre, en uno de los poyetes de los altos edificios. Podía mirar a los ojos al poderoso Lord sin alzar ni bajar la mirada.

Todo aquel barullo podía descontrolarse en cualquier momento, por lo que decidió apurar su taza y pisar de nuevo la calle peatonal.

Una vez abajo, casi no pudo dar una quincena de pasos, pues tuvo un encuentro algo indeseado.

- ¿Qué es lo que he hecho ahora? – preguntó con sorna, alzando las manos enguantadas, hacia los soldados frente a sí.

- ¿Faer Dibhram? - No esperó el soldado ni siquiera respuesta – Síguenos, maldito tarado, debías permanecer junto a tu nave, ¿no es así?

Dibhram sonrió mientras sacudía levemente la cabeza, y siguió a los soldados que les servían de escolta. Su esbelta figura destacaba frente a los corpulentos uniformes de la soldadesca, por lo que atraía más miradas de lo común.

Lo guiaron hasta la zona de tácticas espaciales, donde Faer recordó las convocatorias para nuevos cadetes, prestos para surcar el espacio.

"Venid, venid y alistaos. Ellos solo quieren ver a más hijos muertos" pensó Faer amargamente.

Su mente siguió vagando, entre aquellos oscuros pensamientos y la próxima taza de café que se volvía loco por tomar, mientras escuchaba la nueva reprimenda de su superior. Nada escuchó, y cuando terminó, se dirigió a su nave, no sin antes sorprenderse de ver a un grandullón frente a las mesas de las convocatorias. El soldado que apuntaba a los novatos parecía amedrentado del tamaño de aquel hombre, pero para Faer desapareció el temor cuando vió la expresión de infinita ternura con la que miraba a una niña que esperaba junto a él, mirándolo todo con curiosidad.

Faer continuó su camino, deseando sentir el tacto del mando de su nave en sus manos, y haciendose preguntas, entre ellas:

"¿Que será de la niñita de aquel grandullón?"



2009/07/12

Alian Cradlof. El comienzo de una búsqueda.


La muchedumbre empujaba sin darse cuenta a una pequeña niña perdida.

-¿Papá?¡¿Papá?!-gritó la niña por encima del griterío de la gente corriendo entre lo que se le antojaba un bosque frondoso de personas.

No sabía que estaba pasando, era muy temprano, pero las calles del Capitolio de la Federación, y sobre todo la plaza, estaban atestadas de gente maleducada y gritona. Los presentes agitaban el puño, señalaban cuerpos colgados sobre las plataformas flotantes, quemaban las banderas siempre habían estado ondeando en ese lugar, y ovacionaban a una figura oscura que se dejaba ver sobre la terraza del Palacio de Thyron. La niña rememoro entonces algún momento parecido, en el que seguía a un muchacho que recibía todo su cariño, pero tal era la agitación a su alrededor que el recuerdo de su rostro y su nombre se esfumó rápidamente. Pero siguió recordando la fuerte emoción que sintió, y la imagen del muchacho embravecido, gritando entre la muchedumbre, y sacando la rabia que ardía en su interior. Recordó también que sintió miedo al mirar sus ojos; incluso para su pequeña edad pudo ver furia incontenible. Se mantuvo con la mirada perdida durante algunos segundos, hasta que el empujón de un exaltado le hizo volver a la realidad. La figura a la que todos prestaban atención alzó la mano y la muchedumbre fue callando para no perderse palabra de aquel personaje, y a ella le pareció que fue un truco de magia. El hombre habló y su voz retumbó en el aire.


-Mi estimado pueblo- su voz rotunda inundo la plaza- El nuevo orden ha llegado, y con él los que se opongan a la paz que todos nos esforzamos por construir han de ser...eliminados.

La niña se asustó cuando el ánimo del océano humano que había a su alrededor estallaba en vítores al ver a los nuevos soldados traer a rastras hombres a las plataformas de la Plaza. Justo antes del ajusticiamento de esos infelices una enorme mano se le puso ante los ojos y se quedó ciega.
-¡Por todos los Dioses Liliam!¡Te dije que no miraras las plataformas y que no te separaras de mí!- dijo un enorme hombretón tapando los ojos a la niña con una de sus enormes manos.
-¡Pero papá, yo quiero verlo!¡A la gente le gusta!-protestó la niña andando torpemente sin poder ver gracias a la enorme mano de su padre.
-La gente se ha vuelto loca.-respondió él, más para sí mismo que para la niña.

El hombretón y la niña pequeña se movían entre la gente con grandes dificultades, levantando protestas por allí por donde pasaban, pues no había más remedio que empujar a la gente para poder moverse. El hombretón se paró un momento, alguien protestó.
-Eh, tu. Apártate bestia, nos oscureces el sol.-la gente se iba alejando del que protestaba pues vieron que el hombretón podía machacarlo cuando quisiera de una solemne torta. Sin embargo, el hombretón sonrió y dijo tímidamente.
-Oh, perdone.
Dicho esto se agachó a la altura de su hija.
-Liliam, escuchame bien. Te voy a subir a mis hombros...
-¡Si, si! ¡Caballito, caballito!-dijo la niña alargando los brazos.
-No, espera, escuchame. Te voy a subir, pero te tienes que tapar los ojos. ¿De acuerdo?
-¿Pero por qué?
-Prométemelo.-dijo él desesperándose al ver que la niña giraba violentamente la cabeza en señal de negación.¡¡Prométemelo Liliam!!
-¡No!
-¡Hazlo por Lorem!-dijo señalando el cielo.
La niña dejó de patalear y de protestar y se puso totalmente seria.
-De acuerdo.
Hacía poco tiempo había convencido a su hija de que su querido hermano había desaparecido en el lejano espacio de Haviarl , convirtiéndose en una estrella.
Montada ya sobre sus hombros y ella con los ojos tapados y cerrados intentaron salir de allí. Pero llegaron hasta unos soldados con los nuevos uniformes.
-¡Alto!-dijo uno de los nuevos soldados.
-Perdonen, solo quiero salir de esta locura.
-Por aquí solo se llega al edificio de tácticas espaciales.
-¿Y por qué hay tanta gente?
-Hay convocatorias para cadetes en misión urgente en la galaxia Haviarl.
Él abrió los ojos como platos. La última vez que oyó el nombre se trataba para anunciarle que su hijo Lorem había desaparecido en combate en extrañas circunstancias.
-Dígame cómo alistarme. Mi nombre es Alian Cradlof.



2009/07/11

El precio del orden


El sol se alzaba triunfante, un día más. Luchaba intensamente por salir del horizonte, pero se alzaba rojo.
Ese amanecer marcaba nueva esperanza para muchos, otra jornada que afrontar, con sus alegrías y sus penas. Para unos pocos significaba el fin.

Las plataformas estaban preparadas, y las sogas se balanceaban a la caricia del viento. El pueblo se empezaba a reunir alrededor, y la expectación comenzaba a llenar la gran plaza. Muchos miraban, mezclando el sadismo y el miedo, las grandes lanzas, prestas a cumplir su función.

Muchas miradas se alzaban también hacia el balconal, desde donde debía dirigirseles el héroe, el salvador, el dueño de los mundos.


Lord Hieronymus esperaba. Había mantenido la misma posición durante largo tiempo, aún cuando no se había alzado el sol. Las manos cruzadas sobre la espalda, y murmurando una plegaria que ni siquiera sabía a quién enviar.

La luz solar cayó sobre sus párpados, pero continuó orando. La multitud expectante iba llegando, con sus voces ensordeciendole, y provocando que se aceleraran los latidos de su corazón. Al fin volvió a ver el mundo. Un débil murmullo le sacó de sus oraciones. A su lado, estaba Freich, un humilde servidor al cuál había nombrado su consejero.
-Majestad.
-Decidme, Freich, y por cierto...no me llames majestad. No soy un rey, soy un servidor, como todos nosotros. No llevo realeza en la sangre-tras callar invitó al consejero a hablar con un ademán con la mano.
-Con todos mis respetos, Lord ¿Es realmente necesario...?
-Me temo que sí- le interrumpió el lord hundiendo su rostro en sombras.
-Pero muchos de ellos han trabajado con usted, a algunos de ellos les conoce...
La mano de Lord Hieronymus salida bruscamente de las sombras desde donde estaba rezando paró en seco las dudas de Freich.
-Lo sé. Pero se interponen en el camino del orden, y me duele, créeme.-hizo una pausa para soltar un grave suspiro- Este, Freich, es el precio del Orden. Y no lo digo yo, lo dice el pueblo. Como se suele decir, el pueblo ha hablado.
-Si, Lord. -fue la queda respuesta del discípulo, que se retiro caminando de espaldas.

Lord Hieronymus volvió la cabeza, hacia un soldado que esperaba órdenes a unos pasos tras de él. Su rostro impasible no se inmuto cuando el Lord asintió con la cabeza. Saludó y se retiró rápidamente. Lanzó las manos y abrió las puertas del balconal hacia la gran plazas.

La ovación surgió de todas las gargantas de los allí presentes, en mitad del júbilo y las miradas de admiración ciega. Alzó una mano y la multitud fue callando poco a poco.

- Mi estimado pueblo - su voz rota inundó la plaza - El nuevo orden ha llegado, y con él los que se opongan a la paz que todos nos esforzamos por construir han de ser... eliminados.

Varios soldados entraron en escena, trayéndo consigo a los infelices que se habian rebelado contra Lord Hieronymus. Este los siguió con una expresión que intentaba ser fría, pero engañaban sus ojos, por los que las lágrimas enloquecían por brotar. Sobre todo cuando sus ojos se tropezaba con los de un conocido con la mirada con el brillo de una persona que se siente traicionada.


Los gritos desgarrados flotaban por doquier. Ya colgaban algunos cuerpos en sus sogas, y otros se sostenían entre espasmos agónicos, empalados en las largas lanzas.
Y sobre ellos, el magnífico Lord, que traía la paz y el orden sobre el caos, dispuesto a arrasar con cualquier enemigo.

Nadie escuchó desde el alto emplazamiento desde donde se hallaba, mientras mantenía la vista fija en el horizonte, como ahogaba un gemido precedente del llanto.



Tal vez sea un comienzo

No hay camino a seguir. La humanidad vaga perdida, sin saber que hacer. Tampoco se cuestionan ya el sentido de lo que se llama vida. El miedo y la incertidumbre han aniquilado la alegría y el placer.

Los esfuerzos por salir adelante resultan vanos. Los más sabios miran a su alrededor impotentes. ¿Cómo hemos llegado a esto?, se preguntan. Todos miran al cielo buscando consuelo y salvación. Imploran a los dioses olvidados, pero la respuesta nunca llega.

Planetas de todo el mundo se están alzando en armas, la pólitica es una fuente de corrupción, la diplomacia no sirve contra la miseria y el dialogo ha fracasado. La Confederación de Sistemas Unidos no puede mantener el control sobre su enorme área de influencia, la guerra civil puede llegar a ser inminente. La sublevación puede comenzar en cualquier momento y estallar en la cara de la Democracia.

No se conocieron límites. Un universo donde la tecnología atravesó lo imposible, pero que de poco sirve para salvarlos ahora.

La llamada de los mundos, un grito de ayuda, una luz de esperanza.


El primer choque de cabezas pensantes: BIG BANG

Tranquilo... respira... Abre los ojos, y deja que el aire entre...


Templarius se asusta y se pregunta: ¿Pero qué es esto y que hace aquí?

Y Beelzenef, cruzado de brazos y asintiendo con los ojos cerrados le contesta: Esto es solo una prueba


BIENVENIDOS A LA LLAMADA DE LOS MUNDOS