2009/11/04

Todos, ¡felices y reunidos!

-¡¿CÓMO TE HAS ATREVIDO A PONERLE LAS MANOS ENCIMA A MI HIJA?!

Faer creía que no volvería a escuchar nada más en toda su vida con semejante grito. Y tampoco podía protegerse los pabellones auditivos pues con ambas manos intentaba contener al gigante de Alian que intentaba destripar al mermado informático, que para colmo era amigo suyo.

- Ey, ey, ¿gradullón? Planeta llamando a grandullón. ¡Alian, te estoy hablando! - intentaba hacerse escuchar Faer.

Liliam no atendía a aquella afrenta en la que sin quererlo estaba implicada, estaba más interesada en la conversación propia de su edad con Mia, que intentaba entretenerla. Juuso hacía esfuerzos por no llorar de desesperación, y se paseaba por la sala de mandos, hasta que al fin encontró su lugar en uno de los asientos que llegaban al control.

Task quería desaparecer. Parecía querer empequeñecer mientras se sumergía en una pequeña esquina donde quizás se sintiera a salvo. Su cara era un rictus constante de terror, había perdido todo el color en su piel.

-"¡Voy a morir!" - pensaba amargamente.

Juuso, al ver como aquello se iba fuera de control, golpeó la mesa a su lado y se levantó en actitud dominante... Se levantó para caer. Sin saberlo siquiera había activado el motor principal de la nave, que empezó a rebufar y a elevarse con dificultad.

Todos abrieron los ojos con sorpresa, y buscaron un punto de apoyo para no caer.

- ¡Tú! ¡Enano de mierda! - gritó Faer enrabiado - ¿Qué coño has hecho?

Mientras decía esto se dirigía al volante para tomar el control, poniendo un mínimo de cuidado, a ver si por casualidad pisaba a Juuso que aún rodaba sin parar.

Alian vió su gran oportunidad: se abalanzó sobre Task y en tierna caricia lo tomó del cuello. Tal era la pasión que apenas notaba que lo dejaba sin aire, dejando al muchacho pasar del blanco al morado en su rostro.

Liliam soltó un pequeño grito y corrió hacia los brazos de Mia, pues su padre se veía muy ocupado. En cuanto pudo, la mecánica buscó un pequeño lugar para la niña, donde pudiera descansar, ya que parecía que les acompañaría muy lejos.

Faer domaba por fin a su pequeña mujercita, dispuesta a conquistar el espacio una vez más.

Por fin despegaron.