En nuestras manos su destino, en nuestras mentes su vida, sus anhelos y temores.
Templarius se acaricia la barbilla mientras cavila, y Beelzenef mantiene la mirada perdida en un lugar más alla de su cabeza pensante preferida.
- Creo que... ya están todos, ¿no? - Templarius rompe el silencio.
Beelzenef sonríe y asiente.
- Entonces, ¿comenzamos a navegar?
Ambos se alzan para cruzar su propia nebulosa, que les baña con su brillo rojo.
No, nos falta uno (sieh)
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